Hola compañer@s,

Estos tiempos que corren son especialmente difíciles y complicados y, siento que nos están poniendo a prueba, sin duda, en ámbitos de nuestra vida y de nuestra persona que están bien establecidos y/o quizás, despertando los que eran hasta ahora desconocidos. El yoga es una excelente herramienta que podemos utilizar en estos momentos tan críticos, para mantenernos en un óptimo estado de Salud.

Mirando atrás, releí recientemente un artículo sobre el significado de la palabra “yoga” en Occidente. Qué es para esta parte del mundo y de dónde proviene esa información. Hoy os acerco uno de los artículos que se escribieron por los asistentes al seminario. Hay más, evidentemente, pero he elegido esté por cuestión de espacio virtual.

Un artículo interesante, y a pesar del tiempo, muy actual, que espero disfrutéis.

Mis ánimos para tod@s!.

Feliz lectura!

Marifran Beltrán

Profesora de Yoga

“El Yoga es un misterio. No significa lo mismo para cada uno. Recubre un amplio campo de aplicación, desde la curación de enfermedades crónicas hasta la percepción extrasensorial…No hay nadie capaz de definirlo en términos simples……La aplicación apropiada del yoga por lo que se refiere a los ejercicios físicos, la respiración profunda, la relajación, la meditación, el estilo de vida, la nutrición, los estudios, etc.- es lo que para mí representa la palabra “viniyoga””.

T.K.V. Desikachar

Durante un seminario, Desikachar propuso un tema de reflexión a los participantes. 

El tema era: “¿Para ustedes ha perdido su significación el yoga?” 

Se publica aquí uno de los textos seleccionados, en concreto, el de la señora Colette Palix.

¿El yoga, como se practica en la actualidad en Occidente, es ese proceso que implica toma de conciencia, disciplina en el conocimiento de si mismo y pone en juego la evolución personal sin desentenderse del entorno?

Para responder buscaría apoyo en mi experiencia personal: quince años como practicante de yoga, de los cuales tres en una escuela de formación del Oeste de Francia, dos años como profesora de yoga, los seminarios que he frecuentado, las asociaciones a las que he pertenecido, las lecturas que he hecho…

Me parece, en una constatación rápida, que el término “yoga” es ante todo víctima de los medios de comunicación, los cuales lo han recuperado, haciendo de él un objeto de consumo: “el yoga en diez lecciones”, la publicidad de una determinada postura que se ha fotografiado con cuidado utilizando el cuerpo femenino. ¿Qué decir de ese club de yoga que propone dar la serenidad contra el pago de mil francos?¿Y de ese club de deportes que utiliza las técnicas del yoga con el único objetivo de convertir a sus adeptos en campeones? El mercado del yoga abre sus puertas a todos los profesionales del marketing. He ahí las primeras desviaciones del término “yoga” en esa imagen pública, que, por fortuna, no recubre toda la realidad del yoga en Occidente.

Profundizando un poco, se descubre todavía con frecuencia una práctica del yoga que se ciñe a una enseñanza de tipo gimnástico o a un contorsionismo en busca de hazañas acrobáticas o a un conjunto de recetas y prácticas orientales para adquirir flexibilidad corporal o, incluso, a una simple búsqueda de bienestar. Aunque no hay que desdeñar este aspecto, que pertenece al cuadro del yoga que “permite alcanzar lo que todavía no se había alcanzado”, debería ser un resultado y no constituir la finalidad de la búsqueda, pues, una vez alcanzado el bienestar, uno se verá confrontado con nuevos problemas que hará falta resolver. Entonces uno se da cuenta que lo que ha creído practicar del yoga no da respuesta a la enfermedad, el envejecimiento, la muerte…

Se traiciona también el término “yoga” cada vez que se lo vincula a un sistema filosófico, religioso, dietético o cualquier otro. Entonces, el grupo se hace sectario, formando un conjunto que erige un nuevo sistema dentro del cual se encierra y muestra sólo menosprecio para “los que no hacen yoga”. El yoga se convierte en un nuevo absoluto, con prácticas dudosas o peligrosas, exhibicionismo en el vestir, aires de iluminados, o, incluso, recurriendo a técnicas psicológicas o de inspiración psicoanalítica, que son una violación de la persona y nada tienen que ver con el yoga.

En el mismo orden de cosas, hay desviación cuando el. Yoga no conduce a la autonomía del alumno o adepto: con frecuencia el curso resulta esteriotipado y se instala la dependencia tanto más rápidamente cuanto el profesor ejerce un ansia de poder y se convierte en guru, maestro del pensar…Aún se puede manifestar reservas sobre la autenticidad del término “yoga” aplicado a esos cursos que no son sino un desfile de alumnos perennes, que aseguran así la permanencia de los cursos. Pero, ¿dónde queda en todo eso la evolución personal de cada uno, lenta, progresiva y paciente?

Ciertamente, existen muchas otras deformaciones, de las cuales, para terminar, no voy a citar más que una: la que se da cuando el yoga lleva a una huida. Se va al yoga como buscando protección, aislamiento social, para evadirse de ese modo de las realidades y obligaciones de la vida cotidiana.

No hay duda que con todos esos casos el término “yoga” nada tiene que ver. Sin embargo, existen en la actualidad investigaciones enfocadas a devolver al término “yoga” su pleno significado.

Esto es así cuando el yoga es un verdadero trabajo que parte de donde uno está. Tener en cuenta el punto de partida querrá decir entonces que no hay que empezar necesariamente el curso por un mantra, sino adaptar y ajustar en función de numerosos criterios, circunstancias y tradiciones, tal como lo ha expuesto Desikachar.

Este es el caso también cuando el yoga se transmite de forma que despierte.Entonces la enseñanza queda despojada de toda una serie de comentarios y de puntos de vista hinduizantes y aparece compuesta de elementos que permitirán al alumno hacerse cargo de sí mismo y descubrir su propio yoga. “Tapas” e “Svâdhyâya” están entonces presentes si se sabe preparar para el alumno el buen espejo para que pueda enseguida progresar por si mismo. El despertar tomará formas diversas; despertar a su propia vida, lograr su relación con…; despertar a su propia cultura y religión, que el practicante, en tal caso, puede redescubrir libre y conscientemente. Es evidente que tal investigación en yoga va mucho más allá que la simple búsqueda de un mayor bienestar. Lleva hasta un umbral que se puede o no franquear.

He aquí dos ejemplos de un yoga que se va construyendo sobre nuestra historia, nuestra cultura, nuestras deficiencias y nuestras riquezas, al tiempo que conserva su substancia original, pero libre de su ganga particularista y de su folklore. Hay autenticidad en la palabra que significa unir, enlazar Oriente con Occidente, el hombre consigo mismo, en todas las diferentes capas de su conciencia.

Quizás haría falta ir más lejos y preguntarse si el término “yoga” no debería cargarse con un significado más fuerte todavía, que integrase valores propiamente occidentales, que no se encuentran en el hinduismo, y modificase ciertas nociones, como la de interioridad, con frecuencia vinculadas al yoga. Citaría, por ejemplo, el yoga para niños, cuyo objetivo debería ser llevarlos a asumir su exterioridad, más que conducirlos hacia la interioridad. Se podría asimismo pensar que en el enriquecimiento del término “yoga” introduciendo en él la dimensión del amor, de compartir fraternalmente, que ha heredado la tradición cristiana, y quizás también admitiendo la dimensión “política” de nuestro mundo comprometido en la historia.

En conclusión por lo que parece, desde el punto de vista del yoga la situación es de malestar. Se dan las desviaciones que hemos evocado, las cuales dibujan como una atmósfera de polución alrededor del término “yoga”. No hay duda que existen elementos positivos, pero no conviene soñar: se trata más bien de faros que de realizaciones concretas. Quizás, para lo que se hace en Occidente haría falta inventar otra palabra en lugar de “yoga” y dejar de llamar “yoga” a lo que sea, al menos por un período transitorio. La prueba a que está sometido el yoga en Occidente es única en su historia y será largo el camino para llega a dar a la palabra su pleno significado. Un camino que requiere claridad de espíritu, honestidad, respeto de si mismo y de los demás, búsqueda y reflexión.

Yo terminaría poniéndome en cuestión una vez más a mi misma y preguntándome si quiero situarme de modo concreto en esa búsqueda, para no hacer de ese ensayo una reflexión puramente crítica e intelectual, preguntándome si hago justicia a una auténtica significación del yoga. De esta forma me he visto llevada a ponerme las preguntas siguientes:

“¿Cuál es la enseñanza que transmito y con qué objetivo?¿Cómo me encuentro respecto a mi equilibrio interior y mi vida personal y espiritual?”

Entonces, he sopesado lo difícil que resulta no dejarse arrastrar en determinadas direcciones y permanecer vigilante, aunque lo esencial es continuar en la búsqueda, a lo cual me ha ayudado la redacción de estas hojas.

Colette Palix

Especial SevrierRevista Viniyoga

 sep 84 – Trimestral 3