La importancia de la respiración es evidente, ya que a nivel biológico es lo que nos mantiene vivos. Cuando nacemos iniciamos este proceso de ventilación pulmonar con una inspiración. Cuando fallecemos el proceso de ventilación termina con una exhalación. Esto quiere decir que la inspiración requiere un esfuerzo y la expulsión es un abandono o un dejar salir.

 

Según la filosofía del Yoga, la vida de una persona se mide por el número de respiraciones y en qué tipo de acciones hayamos invertido esas respiraciones. Esta es una de las razones por las cuales la modulación de la respiración es tan importante.

 

Una persona sin ningún tipo de problema realiza unas 15 respiraciones por minuto, unas 900 respiraciones cada hora, unas 21.600 respiraciones al día.

 

Si nuestra respiración es superficial, inspiraremos unos 0,5 litros de aire cada respiración, unos 10.800 litros de aire al día, unos 3.942.000 litros de aire al año. Si vivimos 100 años respiraremos unos 394.200.000 litros durante toda nuestra vida.

 

Nuestra respiración es nuestra principal fuente de “alimentación”, nos nutrimos del oxígeno respirado, cada célula depende de este proceso para vivir.

 

En un practicante de yoga medio, la frecuencia respiratoria puede bajar de 15 hasta 4 respiraciones por minuto y el volumen de aire inspirado puede aumentar desde 0,5 litros a 4,5 litros o 5,0 litros por respiración.

 

Esto quiere decir que una persona que practica yoga realiza menos esfuerzo para respirar y oxigenarse. Su diafragma sube y baja 4 veces por minuto en vez de 15, y su respiración es de mayor capacidad y calidad, aportando una oxigenación más completa y una mayor eliminación del anhídrido carbónico residual del cuerpo.

 

Una persona que respira 15 veces por minuto, con un volumen por respiración de 0,5 litros, respirará un volumen total de 7,5 litros por minuto.

 

Un practicante de yoga que respire 4 veces por minuto, con un volumen por respiración de 5 litros, respirará un volumen total de 20 litros por minuto.

 

Cuando nuestra respiración se vuelve lenta y fina, realizamos un esfuerzo menor y una oxigenación más óptima, el organismo dispone de más energía para realizar otras funciones vitales. Para un yogui o una yoguini, esto significa que esta energía adicional disponible se puede emplear principalmente en brahmacharya, es decir, en la búsqueda y el re-conocimiento de nuestro Ser.

 

Además de esto, una ventilación adecuada, un movimiento profundo y rítmico del diafragma, y de todos los músculos y articulaciones que intervienen en la respiración, optimiza el funcionamiento de otras funciones esenciales del organismo como: el sistema nervioso, el sistema endocrino, el sistema circulatorio, el sistema digestivo, el sistema respiratorio, el sistema excretor, el sistema reproductor, el sistema muscular, el sistema esquelético, el sistema inmunológico, el sistema linfático, el sistema integumentario (piel, cabello, uñas). Cada uno de estos sistemas se ve beneficiado, directa o indirectamente, por un buen funcionamiento de la respiración.

 

Esto a nivel anatómico; pero además, la respiración afecta a otros procesos, como los mentales, psicológicos, emocionales, de percepción, cognitivos, de estabilidad, etcétera.

 

Todos estos aspectos de la respiración son tomados en cuenta en el proceso respiratorio. Aunque la respiración no es únicamente esto. Para el Yoga, además de todo lo anterior, lo más importante es que la respiración es el vehículo del Prâna. El Prâna es la energía vital que da vida a nuestro organismo. Sin el Prâna el cuerpo yacería inmóvil como un muñeco, al cual le han quitado la batería. El Prâna es lo que hace que el óvulo fecundado se convierta en un embrión, en un feto, y siga evolucionando. El Prâna es lo que hace que todas las funciones del organismo tomen vida.

 

Prâna es el pulso, es la luz, es la electricidad, es la energía vital que recorre nuestro organismo, dándole vida y facilitando al mismo tiempo la eliminación de las resistencias que impiden que el prâna fluya por todo el organismo. Cuando el Prâna circula libremente, sin restricciones, hay una sensación de ligereza y liberación, ya que nos podemos conectar cada vez más con lo más íntimo de nuestro ser.

 

Prâna tiene la capacidad de eliminar las nubes que bloquean la percepción, nutre nuestra mente de energía, por lo que cualquier actividad mental que realicemos requiere la presencia de Prâna.

 

Cuando experimentamos sufrimiento o dolor a través de la presencia de una enfermedad, quiere decir que el equilibrio de Prâna ha sido perturbado.

 

La respiración es el vehículo de Prâna y cualquier forma de energía es una expresión de Prâna.

 

Prâna no es simplemente aire, no se puede adquirir más Prâna desde el exterior con solo respirarlo.

 

Al respirar, usamos deliberadamente esta íntima conexión que la respiración tiene con la mente y el cuerpo. Hacemos un esfuerzo consciente para cambiar nuestro patrón respiratorio, lo cual nos hace conscientes de nuestra vida interna, de esta manera reducimos o re-equilibramos los desequilibrios o perturbaciones corporales y mentales. Obviamente, empezamos por una observación del movimiento respiratorio a nivel más grosero, como por ejemplo el anatómico. Ya que nuestros patrones respiratorios son más fáciles de observar que otros más sutiles.

 

A través de la práctica constante e ininterrumpida, aumentamos nuestra consciencia y aumenta nuestro equilibrio físico e interno, allanamos el camino para sanar, no solo el cuerpo y la respiración, sino también la mente, las emociones, nuestra energía vital (Prâna), nuestros sentimientos, nuestro pasado.

 

Primero, podemos tomar consciencia del movimiento respiratorio, cómo respiramos, cómo inspiramos y cómo expiramos. Cuál es la duración y la calidad de nuestra inspiración, cuál es la duración y la calidad de nuestra expiración. Una observación más bien anatómica.

 

Después, podemos comenzar a regular el movimiento respiratorio, introduciendo dinámicas y técnicas que nos ayuden a estabilizar la respiración, a coordinarla con el funcionamiento de nuestro cuerpo.

 

Gradualmente vamos afinando nuestra percepción de la respiración y observando cómo funciona en diferentes situaciones, en el sueño, en la vigilia, durante la digestión, la evacuación, cuando me divierto, cuando estoy pensativo, cuando practico yoga, cuando estoy preocupado etc.

 

Y seguimos profundizando y explorando hasta poder sentir como el Prâna viaja en nuestro proceso respiratorio dando vida a cada parte de nuestro organismo, a cada célula. A pesar de que la célula es una parte muy pequeña del organismo, este paso todavía es con el cuerpo grosero.

 

Necesitamos experimentar profundamente la respiración a nivel físico antes de poder observar cómo se comporta el prâna en nuestro organismo. Cuando nuestra consciencia respiratoria es profunda entonces podremos comenzar a sentir cómo se comporta el Prâna en diferentes situaciones en nuestro organismo, percibiremos como actúa en diferentes niveles.

 

El Prâna tiene diferentes funciones en nuestro organismo. Estas funciones se denominan maha-vâyu-s, son: prâna, apâna, vyâna, udâna, samâna.

 

prâna-vâyu: se localiza en el centro del pecho y es principalmente responsable de mejorar la longevidad de la vida. Lleva a cabo esta función mediante la absorción de aire puro del exterior para avivar el fuego digestivo y expulsar los productos de desecho.

 

apâna-vâyu: localizado en la región del bajo vientre, ayuda a expulsar al exterior la orina y la materia fecal, haciendo que el cuerpo permanezca ágil y activo.

 

vyâna-vâyu: impregna todas las partes del cuerpo, regula el funcionamiento de los músculos, la médula ósea, los tendones y otros tejidos. También mantiene la circulación de la sangre a través de los vasos sanguíneos.

 

udâna-vâyu: localizado en la región de la garganta (kantha-sthâna), facilita una excelente salud al eliminar la mucosidad y los productos asociados. También mejora el funcionamiento de las cuerdas vocales.

 

samâna-vâyu: localizado en la región del ombligo, que es el centro del cuerpo, ayuda a la digestión de los alimentos, al llevarlos hacia el fuego digestivo (jâtharâgni), cuando la comida es ingerida.

 

Estas cinco fuerzas o funciones, también conocidas como pañca-prâna o maha-vâyu-s, están íntimamente conectadas con nuestro cuerpo grosero. Mediante la práctica de diferentes tipos de âsana-s y prânâyâma, de acuerdo con el yogashâstra, el prâna-vâyu entra en la cara, la nariz, el corazón, el ombligo, los pies, dedos de los pies y dedos de las manos, y limpia estos lugares. Similarmente, apâna-vâyu entra en el recto, los genitales, los muslos, el estómago y las caderas y los purifica. Vyâna-vâyu entra en los oídos, el cuello, los ojos, el cráneo y la cavidad del corazón (brahmarandhra) para limpiarlos. Udâna-vâyu entra en las articulaciones y en las conexiones de los nâdî-s, y los limpia. Samâna-vâyu entra en las regiones donde se localiza el fuego gástrico y favorece que éste tenga una buena combustión, limpiando de esta manera esta zona.

 

La actividad de estos cinco vâyu-s genera los cinco prâna-s secundarios (upa-prâna-s). Estos son:

 

nâga: se localiza en la boca y disminuye la presión interior del cuerpo por medio del hipo, el eructo y el vómito.

 

kûrma: está localizado en los ojos y realiza el movimiento de los párpados.

 

krkara: está localizado en las fosas nasales, induce el estornudo.

 

devadatta: se localiza en la garganta, y causa el bostezo.

 

dhanañjaya: impregna todo el organismo y provoca la hinchazón. Es el único que queda en el cuerpo hasta una hora después de la muerte, favorece la disgregación corporal.

 

Todos estos vâyu-s se conocen a través de la experiencia. Deberíamos practicar Yoga después de tener conciencia de estos cinco prâna-s subsidiarios (upa-prâna-s), ya que estos también están íntimamente conectados con nuestro cuerpo.

Santiago Cogolludo

Profesor y Yoga Terapeuta

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